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Cuando éramos pequeñas, vivíamos en un pueblo de Ávila llamado Candeleda, donde mi hermana y yo pudimos crecer disfrutando de la libertad. Salíamos solas a jugar a la calle sin ningún problema y nos pasábamos los días inventando juegos y recorriendo el pueblo con nuestros amigos. Mis padres nos llevaban de excursión cada dos por tres, cualquier excusa era buena para pasar el día en el Pantano del